lunes, 15 de julio de 2013

La Confesión de Fe
de Westminster

Catecismo Menor.

Capitulo 1.

DE LAS SANTAS ESCRITURAS


I. Aunque la luz de la naturaleza y las obras de creación y de providencia manifiestan la bondad, sabiduría, y poder de Dios de tal manera que los hombres quedan sin excusa, (1) sin embargo, no son suficientes para dar aquel conocimiento de Dios y de su voluntad que es necesario para la salvación; (2) por lo que le agradó a Dios en varios tiempos y de diversas maneras revelarse a si mismo y declarar su voluntad a su Iglesia; (3) y además, para conservar y propagar mejor la verdad y para el mayor consuelo y establecimiento de la Iglesia contra la corrupción de la carne, malicia de Satanás y del mundo, le agradó dejar esa revelación por escrito, (4) por todo lo cual las Santas Escrituras son muy necesarias, (5) y tanto más cuanto que han cesado ya los modos anteriores por los cuales Dios reveló su voluntad a su Iglesia. (6).

1. Romanos 2:14,15; Romanos 1:19,20; Salmos 19:1-3; 
    Romanos 1:32 y 2:1
2. 1 Corintios 1:21 y 2:13,14.
3. Hebreos 1:1.
4. Lucas 1:3,4; Romanos 15:4; Mateo 4:4,7,10; Isaias 8:19,20; 
    Proverbios 22:14-21.
5. 2 Timoteo 3:15; 2 Pedro 1:19.
6. Hebreos 1:1,2.


II. Bajo el nombre de "Santas Escrituras" o la Palabra de Dios escrita, se encuentran todos los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, y los cuales son:


Todos estos fueron dados por inspiración de Dios para que sean la regla de fe y de conducta. (1)

1. Lucas 16:29,31; Efesios 2:20; Apocalipsis 22:18,19; 
    2 Timoteo 3:16.

III. Los libros comúnmente llamados Apócrifos, por no ser de inspiración divina, no forman parte del Canon de las Santas Escrituras, y por lo tanto no son de autoridad para la Iglesia de Dios, ni deben aceptarse ni usarse sino de la misma manera que
otros escritos humanos. 

1. 2 Pedro 1:21; Romanos 3:2; Lucas 24:27,44.

IV. La autoridad de las Santas Escrituras, por la que ellas deben ser creídas y obedecidas, no depende del testimonio de ningún hombre o iglesia, sino exclusivamente del testimonio de Dios (quien en si mismo es la verdad), el autor de ellas; y deben ser creídas, porque son la Palabra de Dios. 

1. 2 Pedro 1:19,21; 2 Timoteo 3:16; 1 Juan 5:9; 1 Tesal. 2:13.

V. El testimonio de la Iglesia puede movernos e inducirnos a tener para las Santas Escrituras una estimación alta y reverencial; (1) a la vez que el carácter celestial del contenido de la Biblia, la eficacia de su doctrina, la majestad de su estilo, la armonía de todas sus partes, el fin que se propone alcanzar en todo el (que es el de dar toda gloria a Dios), el claro descubrimiento que hace del único modo por el cual puede alcanzar la salvación el hombre y las muchas otras incomparables excelencias y su entera perfección son todos argumentos por los cuales la Biblia de muestra abundantemente que es la Palabra de Dios. Sin embargo, nuestra persuasión y completa seguridad de que su verdad es infalible y su autoridad divina proviene de la obra del Espíritu Santo, quien da testimonio a nuestro corazón con la palabra divina y por medio de ella. 

1. 1 Timoteo 3:15.
2. 1 Juan 2:20,27; Juan 16:13,14; 1 Corintios 2:10,11; Isaías 59:21.

VI. El consejo completo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su propia gloria y para la salvación, fe y vida del hombre, está expresamente expuesto en las Escrituras, o se puede deducir de ellas por buena y necesaria consecuencia, y, a esta
revelación de su voluntad, nada ha de añadirse, ni por nuevas relaciones del Espíritu, ni por las tradiciones de los hombres. (1) Sin embargo, confesamos que la iluminación interna del Espíritu de Dios es necesaria para que se entiendan de una manera salvadora las cosas reveladas en la Palabra, (2) y que hay algunas circunstancias tocantes a la adoración de Dios y al gobierno de la iglesia, comunes a las acciones y sociedades humanas, que deben arreglarse conforme a la luz de la naturaleza y de la prudencia cristiana, pero guardando siempre las reglas generales de la Palabra que han de observarse siempre. 

1. 2 Timoteo 3:15-17; Gálatas 1:8,9; 2 Tes. 2:2.
2. Juan 6:45; 1 Corintios 2:9-12.
3. 1 Corintios 11:13,14, y 14:26,40.

VII. Las cosas contenidas en las Escrituras, no todas son igualmente claras ni se entienden con la misma facilidad por todos; (1) sin embargo, las cosas que necesariamente deben saberse, creerse y guardarse para conseguir la salvación, se proponen y declaran en uno u otro lugar de las Escrituras, de tal manera que no solo
los eruditos, sino aún los que no lo son, pueden adquirir un conocimiento suficiente de tales cosas por el debido uso de los medios ordinarios. 

1. 2 Pedro 3:16.
2. Salmo 119:105,130.

VIII. El Antiguo Testamento se escribió en hebreo, (que era el idioma común del pueblo de Dios antiguamente), y el Nuevo Testamento en griego, (que en el tiempo en que fue escrito era el idioma más conocido entre las naciones). En aquellas lenguas
fueron inspirados directamente por Dios, y guardados puros en todos los siglos por su cuidado y providencia especiales, (1) y por eso son auténticos. Por esta razón debe apelarse finalmente a los originales en esos idiomas en toda controversia. (2) Como estos idiomas originales no se conocen por todo el pueblo de Dios, el cual tiene el derecho de poseer las Escrituras y gran interés de ellas, a las que según el mandamiento debe leer y escudriñar en el temor de Dios, (3) por lo tanto la Biblia debe ser traducida a la lengua vulgar de toda nación a donde sea llevada, (4) para que morando abundantemente la Palabra de Dios en todos, puedan adorar a Dios de una manera aceptable (5) y para que por la paciencia y consolación de las Escrituras, tengan esperanza. 

1. Mateo 5:18.
2. Isaías 8:20; Hechos 15:15.
3. Juan 5:39,46.
4. 1 Corintios 14:6,9,11,12,24,27,28.
5. Colosenses 3:16.
6. Romanos 15:4.

IX. La regla infalible para interpretar la Biblia, es la Biblia misma, y por tanto, cuando hay dificultad respecto al sentido verdadero y pleno de un pasaje cualquiera (cuyo significado no es múltiple, sino uno solo), éste se debe buscar y establecer por otros pasajes que hablen con más claridad del asunto. (1)

1. Hechos 15:15,16; 2 Pedro 1:20,21.

X. El Juez Supremo por el cual deben decidirse todas las controversias religiosas, todos los decretos de los concilios, las opiniones de los hombres antiguos, las doctrinas de hombres y de espíritus privados, y en cuya sentencia debemos descansar, no es ningún otro más que el Espíritu Santo que habla en las Escrituras.

1. Mateo 22:29,31; Efesios 2:20 con Hechos 28:25.



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